La verdad es que
es la primera vez que lo veo. El parto de una grúa delante de mis narices. Todo comenzó una mañana de domingo. Esto fue lo que me encontré cuando eché un vistazo a
la Gran Via de Barcelona desde mi ventana.
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Bajé a la calle a comprar el pan y el diario y me encontré un par de enormes camiones y de estructuras metálicas en la calzada lateral, cortada, enfrente del cine Rex. Tal vez se resuelva por fin
el misterio del cine, pensé. Pero no, estaban instalando otra grúa, más pequeña, en el terrado de enfrente.
Había asistido a un parto que se gestó durante todo el domingo.
La grúa adulta había dado luz a otra grúa. Tal vez para perpetuar la especie.
Al anochecer todo se había consumado. La grúa grande se encontraba perfectamente plegada en uno de los camiones que emprendieron la marcha.
Me he quedado con una nueva vecina con la que, me temo, me voy a encontrar durante mucho tiempo cada vez que me asome por la ventana.
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