Con el coche alquilado hacia el sur. Tras ciento cincuenta kilómetros llegaremos a La Rochelle, en el departamento de Charente Maritime. Al igual que en Nantes, el bienestar económico llegó a través de su puerto. Primero, con el comercio del vino y la sal, elemento indispensable para conservar los alimentos en aquellos tiempos. Después con los intercambios con América.
LAS TORRES DE DEFENSA DE LA ROCHELLE
En 1627, molesto por la independencia de la ciudad y la influencia de los hugonotes protestantes, el cardenal Richelieu ordenó a sus tropas atacar la ciudad. Incapaz de destruir las torres de defensa que defendían la entrada del puerto, Richelieu sitió la ciudad bloqueando con un dique la entrada y la salida del puerto. Cuando el ejército tomó La Rochelle habían muerto de hambre 20.000 de sus 25.000 habitantes.
En la actualidad el puerto pesquero e industrial se ha reconstruido lejos de la ciudad. La vida transcurre alrededor del puerto viejo que acoge a 3.500 embarcaciones de recreo y se ha convertido en el primer puerto atlántico de su género. Las torres de defensa del puerto se alzan orgullosas, vestigios de glorias medievales: la torre de San Nicolás, la torre de la Cadena y la torre de la Linterna, también conocida como de los Cuatro Sargentos.
Es un placer pasear por las calles peatonales y acabar degustando las famosas ostras de la zona en cualquiera de las terrazas junto al puerto viejo acompañadas por alguno de los excelentes vinos blancos locales.
Mañana seguiremos hacia el norte, hasta llegar a Saint Malo. Allí encontraremos historias de corsarios, mareas cambiantes y antiguas fortalezas en este recorrido por la historia y las perlas del Atlántico francés.