Miroslav Miletic descansaba junto al resto de compañeros de la patrulla de vigilancia serbia en las inmediaciones de la frontera. A su lado, sobre las rocas, reposaba el lanzador portátil de misiles Stinger tierra-aire. Durante la guerra de los ochenta entre los soviéticos y las guerrillas afganas, éstas contaron con gran cantidad de este tipo de lanzamisiles, cortesía del tío Sam. Todos los aviones que despegaban de Kabul, incluso los de líneas aéreas comerciales, remontaban en cerrados círculos hasta alcanzar los diez mil metros, antes de pasar sobre las nieves perpetuas del Hindu-Kush, para evitar el radio de acción de los Stinger. Terminadas las hostilidades, gran parte de los lanzamisiles pasaron por el rentable mercado de armas de segunda mano, acabando muchos de ellos en la ex Yugoslavia, como el de Miletic.
¡Brrrrrrmmm! Con el estruendo de un trueno, a casi mil kilómetros por hora, la flecha acerada del capitán Robredo pasó a cien metros a la izquierda de la patrulla, muy cerca del suelo. El serbio armó el lanzamisiles y se lo colocó sobre el hombro derecho, mientras el Hornet del capitán Pérez Iriarte pasaba como una exhalación siguiendo la estela de su compañero.
Un sonido de pesadilla, consistente en pitidos cortos y agudos, retumbó en los auriculares de Toro uno, mientras destellaba la luz roja de alarma de misil disparado sobre el DDI derecho, la pantalla digital. La voz pregrabada en la cabina repetía insistentemente: ‹‹ ¡Misil, misil! ››
Pérez Iriarte miró la pantalla del RWR (Alertador), formada por tres círculos concéntricos, que informaba de las amenazas en forma de radares hostiles, bien fueran terrestres o de cazas enemigos, y de misiles disparados. El círculo exterior representaba la banda no letal, el intermedio, la letal y el central, la crítica. La señal le advertía que un misil guiado por calor, había sido disparado contra la cola de su Hornet y se encontraba en el círculo crítico.
A las puertas de la muerte, la adrenalina aparece a raudales en el torrente sanguíneo y todo parece ralentizarse. Durante unos brevísimos segundos, que se le hicieron largos como una eternidad, el piloto del McDonnell Douglas F-18 inclinó bruscamente la palanca hacia su izquierda en un cerrado giro de noventa grados, mientras con la mano izquierda pulsaba repetidamente el botón de eyección de las bengalas. Estas explotaron inmediatamente, dejando un rastro instantáneo de calor que engañó al misil, perdiendo la pista de las toberas del Hornet, que había roto su trayectoria inicial.
— ¡Altitud! ¡Altitud! —resonó en la carlinga la voz de Betty, mientras en la pantalla de cristal líquido del HUD aparecía el signo de colisión inminente.
El brusco giro había hecho que el caza perdiera velocidad de sustentación, y se acercase peligrosamente a las copas de los árboles, como le alertaba la voz femenina pregrabada, a la que los pilotos llamaban Betty. Un estudio había demostrado que la atención masculina —la casi totalidad de los pilotos eran hombres —reaccionaba unas milésimas de segundos antes al oír una voz femenina: fragmento de tiempo que podía representar la diferencia entre la vida y la muerte.
Pérez Iriarte conectó los postquemadores para darle al avión la máxima potencia posible, y tiró con todas sus fuerzas de la palanca hacia atrás. El gran pájaro de acero rozó la punta de los pinos, mientras el marcador que indicaba la fuerza G —cada unidad equivalía a la aceleración de la gravedad terrestre— se disparaba hasta siete, que era casi lo máximo que podían resistir la aeronave y el piloto gracias a su traje especial, que apretaba fuertemente ciertas partes claves del cuerpo impidiendo así que la sangre se agolpara en los pies o en el cerebro.
‹‹ Espero que no haya ningún otro lanzamisiles por aquí ››, pensó el capitán, ya que con los postquemadores vomitando fuego ninguna bengala podría engañar a un nuevo Stinger.
Dominado finalmente el avión, Toro uno retomó el rumbo y se unió a su compañero.
—Magic a Toro uno y a Toro dos. Bandidos a trescientos grados Noroeste. Distancia ciento diez millas. ¿Podéis interceptarlos?
—Wilco, Magic.
Magic era el nombre clave del AWACS. Las comunicaciones entre los aparatos de la OTAN se efectuaban en una frecuencia codificada, de manera que cualquier extraño que las interceptara sólo recibiría un conjunto de extraños sonidos. Bandidos eran aviones enemigos y wilco significaba: ‹‹ de acuerdo, cumplimos las órdenes recibidas. ››
Pérez Uriarte consultó el DDI inferior: la pantalla en color que representaba un mapa digital con las informaciones del AWACS sobre él. A sus diez, o sea a unos trescientos grados Noroeste, veía los signos representando a un grupo de aviones.
El monitor con el mapa digital integrado mostraba a los presuntos enemigos sobre las cercanías de Banja Luka, a doscientos kilómetros de distancia. Los F-18 se hallaban ya cerca de Sarajevo. Su radar tenía un alcance máximo de ciento cincuenta kilómetros, por lo que las aeronaves hostiles aún se encontraban fuera de su radio de acción. Tomaron altura y giraron rumbo a Banja Luka.
(CONTINUARÁ)
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ResponderEliminarSi Hugo, ya lo vi. Lo que esta última vez no lo he encontrado.
ResponderEliminarHugo, encontrar un UH1H de primera mano va a ser difícil. Más que Irán cuente con un ala de f22 raptors. Uno de los grandes negocios de la aviación desde antes de Vietnam... tututu tu tu tu... toco toctoc.
ResponderEliminarPaco, me cruje un poco que la patrulla de Miroslav tuviera Stinger. El ejército serbio es el que se queda con el cogollo del arsenal exyugoeslavo que contaba con sistemas antiaereos propios y soviéticos, y en una proporción chinos. Está emocionante el pulp blogoaéreo semanal... Habrá combate a cara de perro, habrá eyecciones y rescates con helos bipalas
Salud y saludos.
Interesante observación sobre el Stinger. Digamos que podría ser la excepción que confirma la regla.
ResponderEliminarEn cuanto a tu afirmación sobre lo que vendrá creo que tienes demasiadas expectativas en lo de combate a cara de perro, eyecciones y rescates.
Y sobre el final de loa historia verás que hay un problema.Seguramente colgaré el último capítulo este viernes. La semana que viene Asturias reclama su protagonismo.
Un abrazo.
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