CAMPOS DE TRIGO CON CUERVOS. VINCENT VAN GOGH
(Continuación de la cuarta parte)
EN EL HOSPITAL
EN EL HOSPITAL
Entré por la puerta lateral de la planta baja, en donde está situado el servicio de urgencias, y pregunté por mi mujer que apareció enseguida.
—Siéntate un momento; voy a buscar al médico de guardia— me dijo mientras se desplazaba a lo largo del pasillo iluminado por la fría luz de los fluorescentes.
Aproveché para mirar su figura, las bonitas piernas, y pensé que el uniforme blanco le quedaba de maravilla.
En un par de minutos volvió con la doctora que me hizo sentar sobre una cama, situada en uno de los cubículos delimitados por cortinas. Le describí los síntomas:
—Es como si me hubiera vuelto hemofílico —le expliqué.
Me quité la camisa y a pesar de la cara de póquer con que la facultativa examinó los morados, creí atisbar una sombra de inquietud en ella.
—Vamos a hacerte un análisis de sangre, y sobre todo no te muevas de la cama —dijo.
Pasado un cuarto de hora, alguien descorrió la cortina y apareció la doctora al frente de un pequeño grupo, entre los que estaba mi mujer. Parecían salidos de un velatorio.
–Me temo que son malas noticias —.La responsable de urgencias había adoptado un tono seco y profesional —.No tienes plaquetas, lo que significa que tu sangre no se coagula. Cualquier golpe te produciría un derrame interno que podría ser mortal. Ignoramos la causa. La peor posibilidad sería que tuvieras una leucemia, pero no lo sabremos hasta que te hagamos una biopsia de médula ósea. De todas maneras no puedes moverte y te quedarás ingresado.
Recibí el inesperado mazazo con la misma sensación que había experimentado junto a mi mujer, cuando en una zona desierta, cerca de la playa Caribe en Isla Margarita, un vehículo nos adelantó, se cruzó en la estrecha carretera, frenó en seco, y sus tres ocupantes nos apuntaron con pistolas Smith & Wesson, calibre treinta y ocho, que sacaron de debajo de los faldones de sus camisas.
—Siéntate un momento; voy a buscar al médico de guardia— me dijo mientras se desplazaba a lo largo del pasillo iluminado por la fría luz de los fluorescentes.
Aproveché para mirar su figura, las bonitas piernas, y pensé que el uniforme blanco le quedaba de maravilla.
En un par de minutos volvió con la doctora que me hizo sentar sobre una cama, situada en uno de los cubículos delimitados por cortinas. Le describí los síntomas:
—Es como si me hubiera vuelto hemofílico —le expliqué.
Me quité la camisa y a pesar de la cara de póquer con que la facultativa examinó los morados, creí atisbar una sombra de inquietud en ella.
—Vamos a hacerte un análisis de sangre, y sobre todo no te muevas de la cama —dijo.
Pasado un cuarto de hora, alguien descorrió la cortina y apareció la doctora al frente de un pequeño grupo, entre los que estaba mi mujer. Parecían salidos de un velatorio.
–Me temo que son malas noticias —.La responsable de urgencias había adoptado un tono seco y profesional —.No tienes plaquetas, lo que significa que tu sangre no se coagula. Cualquier golpe te produciría un derrame interno que podría ser mortal. Ignoramos la causa. La peor posibilidad sería que tuvieras una leucemia, pero no lo sabremos hasta que te hagamos una biopsia de médula ósea. De todas maneras no puedes moverte y te quedarás ingresado.
Recibí el inesperado mazazo con la misma sensación que había experimentado junto a mi mujer, cuando en una zona desierta, cerca de la playa Caribe en Isla Margarita, un vehículo nos adelantó, se cruzó en la estrecha carretera, frenó en seco, y sus tres ocupantes nos apuntaron con pistolas Smith & Wesson, calibre treinta y ocho, que sacaron de debajo de los faldones de sus camisas.
PAYA CARIBE. ISLA MARGARITA. VENEZUELA
(Continuará)
Mi imaginación voló rápida hasta mi despacho desde donde se ve la Gran Vía y, lejos al fondo, la sierra de Collserola y el Tibidabo.
Visualicé el calendario de Van Gogh junto a la ventana, abierto por la página de la pintura Campos de trigo con cuervos correspondiente al mes de noviembre. La primera sensación que experimenté al verlo por primera vez, casi olvidada por el tranquilo discurrir de los meses, había regresado con toda su fuerza original y con la respuesta que había temido encontrar. El calendario de mi reloj de pulsera me indicaba que era el 25 de noviembre de 1991. Casi lo había conseguido, pero por sólo cinco días nunca lograría pasar la página y encontrarme con La iglesia de Auvers.
‹‹ No saldré con vida del hospital ›› pensé.
‹‹ No saldré con vida del hospital ›› pensé.
(Continuará)
La piel de gallina se me ha puesto. La combinación de experiencia humana y fotografía es de lo mejor artísticamente hablando, en mi opinión.
ResponderEliminarUn abrazo y esperamos la continuación, que se intuye con final feliz. ¿O no?
No hay final feliz Santa Petequia se lo llevo y esta enterrado en la iglesia de auvers luego los extraterrestres lo desenterraron lo compusieron y de vuelta a la tierra osea un abducido un infiltrado esta pero no esta.
ResponderEliminarnoticia auspiciada por el jabon antiplaquetas secas HS
Paco, di por lo menos cuantas partes tiene la historia...
ResponderEliminarPaco, hijomio....nos tienes en ascuas ;-) Empiezas a recordarme la táctica "mil y una noches" ;-)
ResponderEliminarSabiendo que tu estás bien, a mi ahora lo que me intriga es qué paso con el coche. Y me sorprende la precisión con la que describes las armas con las que os apuntaron, calibre incluido.
¡Uf!
ResponderEliminarTengo la primicia, son 7 partes, tendremos culebrón hasta finales de Mayo. Perdona Paco mi indiscreción. Por lo menos tenemos algo que hacer los lunes!!!! Besos
ResponderEliminarPaco, creia que este era el desenlace, ya. Estoy con Rafa: quiero saber cuantas partes faltan!
ResponderEliminarPaco !! no le habrás cogido prestado alguna de las vidas a Taca o Canela, verdad ??
ResponderEliminarHaz alguna adelanto en formato comentario !!!
Oye, tu segundo apellido ¿no será Dumas? Ya te veo como el cuadro de van Gogh "Cráneo fumando un cigarrillo". Aunque para eso tendrías que haber contado la historia desde el más allá, como el narrador de Sunset Boulevard...
ResponderEliminarEl anónimo o anónima, creo, ya os ha revelado la pregunta: quedan dos capítulos más. O sea hasta final de mayo. Un poco de paciencia a todos que se acaba con final feliz. ¿O no?
ResponderEliminarNati, que manía con lo del coche. Tal vez debería haberlo explicado. Mi mujer avisó a su padre, mi suegro, que se personó en el hospital a las 7. Le di las llaves, se lo llevó y lo dejó en mi parking.
No Zulde no es Dumas. Interesante referencias a la literatura y a la pintura de Van Gogh.
Hugo Solo, ¿no serás en realidad Hans Solo?
Lo digo por tus conocimientos galácticos extraterrestres.
´Los últimos días he andado un tanto ocupado, pero la intriga se mantiene.
ResponderEliminarAlgunos rincones tienen tanta belleza visual, que un asalto con final feliz (si se puede contar es bueno) es una simple anécdota.
Un abrazo
Nati, sobre la Smith&Wesson, calibre 38. No es que sea un experto en armas pero he hecho muchos reportajes periodísticos en los que salían etarras, mafiosos, tramas de la extrema derecha, traficantes de armas...Este tipo de revólver es mítico y más de una vez he utilizado alguna réplica para montar una foto o utilizarla junto a algún personaje.
ResponderEliminarTe sonará :"un 38 Smith and Wesson del especial que carga encima pa' que la libre de todo mal. ...",¿verdad? Es la letra de Pedro Navaja de Rubén Blades.
Por eso, a pesar de la delicada situación- las tuve a centímetros- no pude evitar darme cuenta. Es casi comosi hubieran llevado Nikons F3.
Gracias Paco por todas las explicaciones :-) Lo del coche, debe ser el sindrome de vivir en Barcelona ;-)
ResponderEliminarNati, tienes toda la razón del mundo.El protagonista de la historia se encontraba ante una situación límite, pero lo primero que hizo fue salvar a su coche.
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