A LAS PUERTAS DE LA MUERTE Y LA IGLESIA DE AUVERS DE VAN GOGH.SEGUNDA PARTE

(Continuación de la primera parte)

LA PINTURA DE LA IGLESIA DE AUVERS

Era el mes de marzo de 1990, y me encontraba junto a mi amigo, el periodista Albert Cañagueral, en la localidad francesa de Auvers-sur- Oise, un pueblecito situado a treinta y cinco kilómetros de París, en donde Vincent Van Gogh había vivido la última etapa de su vida.
Siempre me ha fascinado la pintura de los impresionistas, sobre todo de Van Gogh y de Gauguin: el estallido rabioso de sus colores y la vida apasionante de sus creadores. Cada vez que pasaba por París aprovechaba cualquier oportunidad para visitar la Galería de Jeu de Paume, situada en el Jardín de las Tullerías. En el segundo piso, en la sala justo enfrente de la escalera, me extasiaba contemplando las pinturas polinesias de Gauguin, y La habitación de Arlés y la inquietante Iglesia de Auvers del maestro holandés, dos de mis cuadros favoritos.

Era un día ventoso y soleado, con una diáfana luz norteña. Venía de visitar el escenario del último cuadro que Vincent Van Gogh había pintado ciento diez años antes, Campos de trigo con cuervos. Los campos de trigo habían desaparecido, pero los cuervos —‹‹ más bien cornejas negras ›› pensé —, seguían allí. De camino al hotel, entré en una tienda de souvenirs, y adquirí un calendario en el que doce de las más conocidas pinturas del artista de los Países Bajos acompañaban a los meses del año. En la intimidad de mi habitación, tras retirar la cubierta protectora de celofán, pasé cuidadosamente página tras página. Al llegar a la última, correspondiente al mes de diciembre, apareció la Iglesia de Auvers con toda su belleza, el amenazador cielo cerniéndose sobre el templo. Entonces, con una claridad meridiana y aterradora, como nunca me había golpeado en mis casi cuarenta años de vida, supe con certeza que nunca llegaría a contemplar la imagen que ilustraba el último mes del año.

( Continuación )