Son preciosos, son independientes, hacen compañía pero sin atosigar. Muchos de mis amigos fotógrafos tienen gatos como yo. A diferencia de un perro, te puedes ir diez días de viaje y si tienes un vecino o un vecina caritativos que les dén de comer, asunto arreglado. Todo perfecto hasta aquí, pero...
Todo esto me venía a la cabeza cuando decidí cambiar de cama después de muchos años. Un amigo acababa de vender su piso que tenía alquilado, una hazaña en los tiempos que corren, y tenía una cama estupenda y un colchón nuevo de trinca que me ofreció desinteresadamente.
Me sabe muy mal tirarlos-razonó.
Me pusé manos a la obra para desmontar la antigua cama y montar la nueva, para lo que conté con la ayuda inestimable de mi amigo Albert Cañagueral, y finalmente aproveché para pintar de nuevo la habitación; todo ello me hizo reflexionar sobre una característica muy peculiar de los gatos. Mi antiguo lecho tenía una bonita cabecera de cuero que desde el primer día se convirtió en afiladero de uñas gatunas. Varias generaciones de gatos se las han afilado a conciencia. Es imposible educarlos. Les puedes llevar hasta el cuerpo del delito, restregarles los morros y darles un par de gritos y un par de azotes en el más puro código de educación perruna, pero no sirve para nada. A la que te descuides o a la que salgas de casa lo seguirán haciendo. La cabecera de la cama tenía una tela, para disimular los arañazos, que al quitarla reveló la magnitud de los ataques.
Me pusé manos a la obra para desmontar la antigua cama y montar la nueva, para lo que conté con la ayuda inestimable de mi amigo Albert Cañagueral, y finalmente aproveché para pintar de nuevo la habitación; todo ello me hizo reflexionar sobre una característica muy peculiar de los gatos. Mi antiguo lecho tenía una bonita cabecera de cuero que desde el primer día se convirtió en afiladero de uñas gatunas. Varias generaciones de gatos se las han afilado a conciencia. Es imposible educarlos. Les puedes llevar hasta el cuerpo del delito, restregarles los morros y darles un par de gritos y un par de azotes en el más puro código de educación perruna, pero no sirve para nada. A la que te descuides o a la que salgas de casa lo seguirán haciendo. La cabecera de la cama tenía una tela, para disimular los arañazos, que al quitarla reveló la magnitud de los ataques.
Con la nueva cama se acabó el problema, pero he decidido conservar y colocar una de las cabeceras de cuero cerca de su cajón de arena para que se afilen las uñas todo lo que les de la gana. Igual ahora no les gusta.
¡Jaja! Muy posiblemente. Los gatos son así. Ácratas por naturaleza. Pero cómo se les quiere, ¿eh? En mi casa tenemos dos y hacen lo que les da la gana.
ResponderEliminarSaludos.
querido paquito, sabia decisiòn!!!
ResponderEliminarporque si les quitas su rascaor favorito, se afilaran las uñas en tu trasero
Por supuesto en ese comportamiento ácrata radica gran parte del encanto de los gatos.
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