Si alguna vez me pierdo buscadme en Cal Porrerà

Si alguna vez he desaparecido del mapa podría ser que estuviera en Cal Porrerà,  una preciosa casa de turismo rural sita en Porrera, en el corazón de la comarca vinícola del Priorat. La regenta Isabel Vilà, una periodista con la que trabajé bastantes años para el dominical de el Periódico de Cataluña. Isabel se ocupaba de diferentes secciones, entre ellas los viajes, y también de producciones de moda y de los bazares. Es de las personas más detallistas y con buen gusto que he conocido Y Cal Porrerà respira ese ambiente por todos sus poros. Isabel apareció en el reportaje que hice para Magazine de Vanguardia titulado "Vidas en calma".

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Hace unos años Isabel Vilà decidió abandonar el periodismo y retirarse a un lugar más tranquilo que encajara más con su estilo de vida. Vive allí con su hijo Andreu y su pareja, Eduardo, que junto con su hermano producen un vino excelente, el Trosset de Porrera.

Si habéis visto la película Entre copas, una estancia en Porrera, inmersa en el mundo del vino, es de lo más parecido al ambiente de la película, aunque la uva de la zona no sea precisamente el Pinot Noir.

PORRERA

Os muestro algunas de las habitaciones que como veréis son muy acogedoras. Después del ruido de la gran ciudad dormir allá es casi como dormir en el cielo.

El precio de las habitaciones incluye un desayuno increible con productos naturales del huerto de Eduardo e Isabel, derecho a cocina, wifi, la posibilidad de visitar gratis las bodegas de Sangenís i Vaqué, con cata de vinos incluida (ninguna tontería porque su vino estrella fue calificado por una revista especializada americana entre los 100 mejores del mundo). Yo compré tres botellas, no de éste, sino de uno más modesto pero con una relación calidad-precio excepcional.  

También se puede acceder gratis a la piscina municipal del pueblo y disponer de las bicicletas todo terreno de Cal Porrerà. Yo hice un recorrido con una de ellas y hasta filmé un video, mañana os lo enseño.

Isabel Vilà tiene un corto papel con el nombre de Àurea Solà en mi novela "Un día de mayo".

Áurea Solà, que coordinaba las secciones de viajes, diseño y gastronomía en la revista dominical, era una de ellas. Protestaba delante de sus jefes por los drásticos recortes en tarifas a los colaboradores habituales y procuraba darles todos los trabajos que estuvieran en su mano. Si podía ayudar a Marc Altés, seguro que lo haría.
 
—¿Hay alguna posibilidad de publicar un reportaje de viajes sobre Hong Kong? —soltó de sopetón Marc a Àurea, cuando esta apareció por la redacción a las once de la mañana. La muchacha llevaba el pelo castaño rojizo muy corto; parecía un duende bueno o, mejor, un hada traviesa. El reportero pensó que habría ganado por goleada todos los castings en los que se buscara una Campanilla para una obra de Peter Pan.

Ya lo sabéis, si no me encontráis es muy probable que me haya escapado a Cal Porrerà.